Los mediadores educativos tienen el desafío de persuadir a los estudiantes para que colaboren activamente con los textos, no solo comprendiéndolos, sino también internalizándolos, conectándolos con sus conocimientos previos, emociones y experiencias. Esto implica enriquecer y aplicar los textos a la vida personal.
Para fomentar esta colaboración activa, crítica y creativa con los textos, se necesitan experiencias de lectura sistemáticas, progresivas y diversificadas, mediadas por educadores que entiendan el valor estético y transformador de las palabras. Estas experiencias deben ser planificadas en una agenda anual de mediaciones de lectura, que incluya decisiones sobre qué leer, cómo leer, con quiénes, cuándo y dónde. Estas decisiones deben tomarse en conjunto y revisarse periódicamente en el Proyecto Anual de Biblioteca, que sirve como base sólida para el desarrollo de la biblioteca institucional.
